viernes, 16 de mayo de 2014

¿Por dónde nos da el aire?

Hace tiempo que no publicaba una entrada. Podría alegar cargas familiares, el trabajo o el abandono de las musas. Pero no, la única culpable de este retiro no ha sido otra que la procrastinación. Es lo que tiene escribir “por amor al arte”,  que no tienes plazos de entrega, ni un jefe al que rendir cuentas. Y en mi caso, además, tampoco me debo a una legión de fans, por lo que mis divagaciones sobre el universo lúdico han terminado ocupando un lugar secundario (a veces ni eso) en mi lista de quehaceres diario.

Pero dejémonos de charlas vanas y entremos en materia… Hace tiempo que llevo dando vueltas a un tema, que curiosamente estos días ha resurgido gracias a un artículo de la ficha roja (excelente blog que desde aquí recomiendo): el aire en los juegos. Y es que parece que últimamente hay un nuevo brote de anemofobia lúdica en el panorama nacional.

Siempre me ha parecido sorprendente que alguien critique un juego sin conocerlo, simplemente por el tamaño de su caja. En fin, tampoco vamos a volvernos locos porque a algunos les dé por practicar ese deporte tan español (del que ya hemos hablado anteriormente en “Ombligocentrismos”) consistente en poner a parir algo sin tener la más puñetera de las ideas sobre el tema en cuestión.

Es cierto que los juegos de mesa guardan una relación particular con su continente: cuando compramos un juego, no tiramos la caja como hacemos con otros productos (a menos que seáis de este tipo de consumidores responsables que aún tienen guardado su vídeo beta en la caja original). Pero incluso teniendo en cuenta este hecho, ¿a qué viene tanto revuelo? Salvo contadas excepciones (Dixit, Wicked Witches Way, Laberinto mágico…), el único uso que tiene la caja es evitar que los componentes del juego se desparramen por toda la casa. Una vez que ya hemos preparado la partida sobre la mesa, apartamos la caja a un lado (e incluso la dejamos en una silla o en el suelo si la mesa no es muy grande) y nos olvidamos de ella hasta que la partida termina, así que, ¿qué es realmente lo que nos preocupa del hecho de que un juego tenga aire? A continuación os muestro los principales motivos expuestos por algunos usuarios en diferentes foros y redes sociales:

1. Poner aire en las cajas es engañar al cliente. A estas alturas no creo que haya que explicar a nadie que el envase de cualquier producto del mercado está estudiado y diseñado al milímetro para ganar visibilidad. Y el que no lo tenga claro, que se dé una vuelta por el centro comercial más cercano para verlo.
Por otra parte, resulta curioso que nos siente tan mal que las editoriales metan aire en los juegos; sin embargo cuando no lo hacen, nuestra primera reacción es decir "¿Y hay que pagar 20€ por una caja tan pequeña?" Seguro que tú lo has pensado. Yo también.

2. Los juegos tienen aire para encarecerlos. Otro concepto bastante extendido. Queremos buenos juegos, con componentes de calidad, preciosas ilustraciones, etc… pero no queremos pagar por ello. Nos parece un abuso pagar 10 eurazos por un Love Letter, porque son sólo 16 cartas y un puñado de amarracos… eso sí, que el nombre del autor se vea bien claro; que reconozco su labor (aunque no lo suficiente como para creer que debo pagar por ella).

3. Problemas de espacio para mi ludoteca. De todos los motivos que he encontrado acerca de este tema, éste es el más chocante: usuarios con más de 200 juegos en su haber, que culpan al aire de las cajas de sus problemas de espacio para guardar sus colecciones. Lo curioso del tema es que son los mismos usuarios que luego cuentan a modo de aventurilla cómo meten nuevos juegos en casa, esquivando cual ninjas lúdicos, la férrea vigilancia de sus parejas. Seamos serios. Si los juegos no tuvieran “tanto aire”, en lugar de tener el problema con 200 juegos, lo tendrías con 220, no te engañes. Seguro que si le preguntas a tu pareja, te dirá que el problema es que 200 juegos son demasiados (es más, incluso puede que tenga razón), así que no culpes de tu falta de espacio al aire que meten las editoriales en las cajas, porque es absurdo.


En resumen, no he encontrado todavía un argumento válido por el cual haya que crucificar un juego en función del volumen de aire que contenga su caja. Es más, sólo veo única conclusión posible a este tema: Si no valoras un coche por su color, ni un buen vino por el diseño de la etiqueta, no juzgues un juego por su caja.



Ferrari sin aire

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